miércoles, 12 de agosto de 2015

Una corrida de toros impuntual, aceptable, mojada y sin subvención en Socuéllamos, Ciudad Real.

El lunes, 10 de agosto de 2015 tuvo lugar la corrida de toros de Socuéllamos, Ciudad Real. Después de unos veinte minutos de retraso, sin que sepamos la causa, salieron al ruedo la muy numerosa banda de música y dos carruajes -uno, muy pequeño, tirado por un pony- con las damas y reina de las fiestas.
Los toreros estuvieron bien, en general, aunque no hubo acierto en matar. Salvador Vega consiguió una oreja con el primero y dos orejas con el segundo. Iván Fandiño, que tenía la mano izquierda con una venda, corto una oreja a cada toro. Emilio Huertas consiguió una oreja con el primero y dos con el segundo.
La plaza, muy curiosa desde el punto de vista arquitectónico, no llegaba ni a la mitad del aforo. Parece ser que el ayuntamiento no ha realizado gasto alguno en esta ocasión, destinando el importe a un plan de empleo, de manera que todos los gastos y las posibles ganancias habrían corrido a cargo de la empresa organizadora.
Los toros de Manuel Ángel Millares (Huelva) en general fueron flojos pero con suficiente tendencia a la embestida. Las capas de un par de toros resultaron especialmente atractivas, la del castaño y la del burraco.Y como curiosidad, fueron varias las volteretas que dieron algunos toros al clavar los cuernos en el suelo y varias fueron las caídas al suelo, como si desfallecieran.

El público en general, y como suele ser habitual, fue muy condescendiente, salvo algunas que otras protestas.
La directora de la banda de música intercambió una frase o dos con el apoderado de Fandiño, Néstor García, que se mostraba muy impaciente por la tardanza en el inicio de la música en el primer toro de su torero. Y en su segundo toro, Fandiño se dirigía a otro espectador que le pedía que no prolongase más la agonía del toro, contestándole el diestro de Orduña que ya estaba muerto, desplomándose en unos segundos.
Emilio Huertas tuvo que lidiar su segundo toro con una lluvia repentina que parecía circunscribirse en exclusiva a la plaza de toros. Prácticamente la totalidad del público se refugió bajo los árboles que rodean y protegen la parte superior del coso, pidiendo con insistencia la música, a pesar de que algunos instrumentos como un trombón se había quedado en su grada. Fueron momentos apoteósicos en los que el apoderado, el Niño de la Puebla, agilizaba la faena y marcaba el ritmo, ante el desconcierto generado por el agua.
Los oles coreados empezaban con el "o" muy, muy prolongado y terminaban con la pretendida acción del toreo. Un par de banderillas fue especialmente arriesgado, a muy escasa distancia de las tablas, llegando el toro a unos centímetros del cuerpo del banderillero ya saltando las tablas, ayudado por los presentes en el callejón. Segundos de gran tensión y emoción que fueron premiados con el aplauso.
El festejo fue interesante, aceptable, divertido, y la lluvia le dio el toque de muy especial.
En uno de los toros varias personas del público empezaron a pedir que no se picara al toro, con esa hipersensibilidad imperante que nada tiene que ver con la verdadera lidia.
Nada serio parece el proceder del subalterno de Salvador Vega que, cortando la oreja, se tapaba para ocultar sus voces pidiendo el trofeo mientras, por cierto, desde una parte cercana del tendido se le recriminaba su forma de apuntillar al toro, casi "atornillando" con el cuchillo y, según alguna persona, de cortar la oreja antes de que el animal estuviera muerto. Esa primera oreja se concedió ante una clara división de opiniones del público.
Por cierto que a la corrida asistió el ex-alcalde Sebastián García, un hecho que le honra. Por último, hubo también un cantante que dedicó su cante a Fandiño.


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