Con la tradición del toro de la Vega de Tordesillas se puede estar a favor, en contra o en un término de duda o indefinición pero siempre debería prevalecer el respeto hacia las personas que no coincidan con nosotros.
Resulta sorprendente que se expresen y reproduzcan opiniones en diferentes programas televisivos tan profundas como "...hemos venido a salvar la vida de un animal..." de uno de los mal llamados "activistas"que protagonizaron los actos de protesta de hace un par de días.
Más sorprendente resultan los argumentos de programas como El Intermedio y otros muy parecidos y su tendencia cotidiana al insulto, la descalificación, la reducción de los temas y problemas a la pura anécdota y a la defensa a ultranza de unas posturas que quieren pasar por modernas y avanzadas, sin serlo.
Se suele demostrar el gran vacío existente en esas mentes pensantes que lo banalizan todo, lo critican sin fundamento y suelen buscar su propio beneficio y, muy frecuentemente, desviar la atención de temas verdaderamente importantes.
Desde el punto de vista de la llamada Ecología o, mejor dicho, del Ecologismo, el tema del toro de la Vega no tiene la más mínima importancia. Se trata de una costumbre desde hace muchos siglos en la que se lancea y da muerte a un toro de lidia, bien entrado en años, por cierto. Un ejemplar en un año parece que no explica el revuelo formado desde hace algún tiempo. A no ser que haya muchas personas, asociaciones y hasta partidos políticos que vean la ocasión para hacerse ver y oír, habida cuenta de su nula proyección mediática y, sobre todo, social.
Resulta más que contradictorio que sea por los enemigos -alejados incluso geográficamente de este festejo-por los que se está haciendo tan popular o impopular, según se mire.
Que vivimos tiempos en los que todo lo relacionado con la Naturaleza está cambiando no es ninguna novedad como no lo es la tendencia -preocupante- de ocultar determinados aspectos de la vida como la muerte, la vejez, la enfermedad, el sexo, la reproducción o las llamadas necesidades fisiológicas. Así, se considera un espectáculo deplorable ver escenas de violencia o de muerte de la inmensa mayoría de animales, con el consiguiente resultado de su ocultación y, de alguna manera, hasta de su negación. Pero la realidad está ahí y no deberíamos taparla haciendo creer que no existe. Y dicho esto resulta evidente que el ser humano ha llegado a ser lo que es por sus hábitos cazadores, por sus habilidades para domesticar y criar otras especies y utilizarlas a su criterio.
Desde este punto de vista no queda nada claro qué es tan grave en una acción como la de matar un toro a lanzadas y no preocuparse de tantos problemas y tan graves que tienen que ver no ya con la fauna sino con nuestros congéneres, sin necesidad de cruzar nuestras fronteras. Sinceramente no entiendo esas posturas, sobre todo, de los que se arrogan un progresismo y una humanidad que deberían demostrar de otra manera y con otras acciones con mayor trasfondo.
Asistimos sencillamente a una ceremonia más de confusión y de vacío que no hace sino ratificar que cuanto más caso hagamos más pérdida de tiempo y posibilidades de caer en provocaciones.
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