Con este título iré publicando entradas, numeradas sin prelación, sobre las personas, grupos, empresas, iniciativas o instituciones que están a favor de los toros, de su supervivencia y de su futuro. La primera entrada de esta serie va dedicada al "aficionado de toda la vida". Se trataría de un hombre o mujer, de cualquier edad pero, por la denominación dada, de un adulto. Es muy probable que en su casa ya hubiera afición y que lo llevaran a los toros de pequeño. Quizás, dependiendo de la edad, ese aficionado viera aquellas corridas televisadas en blanco y negro de Paco Camino, por ejemplo. Y puede que incluso acudiera a casa de algún vecino a ver la corrida, llevándose su silla o que, por el contrario, el comedor de su casa, cada tarde de toros, se convirtiera en un improvisado minicine.
Casi seguro que no se perdía las funciones de las fiestas de su pueblo, esperadas con verdadera ansiedad a lo largo del año y como plato fuerte de las mismas. Decía un hombre muy mayor y muy sabio, aunque prácticamente sólo sabía firmar, allá por los primeros años setenta, ante la queja del precio de las entradas a la típica plaza portátil, que en su pueblo todo el mundo iba a los toros, por muy caros que fuesen, que era lo que más gustaba, que lo demás daba igual, el circo, el baile, el teatro, aunque fuera picantón...
El aficionado, dependiendo de la intensidad, sigue la actualidad taurina por la radio, por la televisión -cuando le deja la propia empresa televisiva o el mismísimo gobierno-, los periódicos, algunas revistas especializadas y, ahora, la red. Además, suele tener su círculo de amistades con las que comentar, compartir y discutir.
El aficionado generalmente se preocupa por aprender, por saber y tener cada día una visión más completa del mundo del toro.
El aficionado no es lo mismo que lo que podríamos llamar "el público" ocasional o no, que es algo diferente y, por supuesto tampoco es el turista o el curioso que se asoma "una vez y no más, Santo Tomás".
El aficionado, en los últimos años, viene formando asociaciones y peñas, asiste a algunos actos y se compra algún libro. Entre sus actividades más deseadas está la de conocer las ganaderías y para tal fin participa o colabora en la organización de visitas.
Aunque no llega a ser un experto, pero puede serlo, se trata de una persona con criterio en la plaza. No es partidario de regalar nada y prefiere el silencio al continuo ondear del pañuelo y al aplauso continuo, que casi llega al "palmeo" flamenco.
El aficionado no siempre es comprendido y a veces participa en discusiones en la plaza, -de toros o del pueblo-, en los periódicos o en internet, aunque no necesariamente.
Al aficionado le gustaría que se cumpliera a rajatabla el reglamento y le gusta todo lo que tiene el sabor de lo clásico y lo auténtico. Le gusta el toro bravo, con buena cuerna que amenaza al mismísimo miedo, y que arremete contra el toro cuando le pinchan en el morrillo, y vuelve a arremeter.
El aficionado no ve en el picador a un enemigo y no empieza a gritar en cuanto el toro se acerca al caballo. Además, aplaude a los picadores cuando lo hacen bien.
El aficionado sabe que la suerte de matar es decisiva para la obtención de trofeos...
Al aficionado no le gustan los presidentes generosos ni menos aún los consejeros que incluso intentan provocar al público. Agradece al empresario o a la institución organizadora su imprescindible labor pero agradecería precios contenidos y asequibles. De la misma manera, preferiría poder contar cada año con figuras diferentes y, a ser posible, las mejores.
Le gusta ir a ver toros a otras plazas, y lo hace cuando se lo puede permitir. Al aficionado a los toros no le da vergüenza serlo ni decirlo ya que no siente, ni remotamente, que se trate de algo negativo. En general pasa de las polémicas antitaurinas, y suele optar por "no entrar al trapo", aunque en realidad, le molestan y hasta duelen.
El aficionado a los toros está deseoso de que todo se haga bien, que los toreros y sus subalternos cumplan, que los toros salgan buenos, que los veterinarios hagan su labor, que la plaza en general mejore, que las autoridades sepan manejar las muchas situaciones que se presentan, que el público sea respetuoso y sepa apreciar la faena...
En fin, un aficionado es mucho y no se puede resumir ni descalificar como hacen o intentan algunas personas. Desde luego el aficionado es clave en la fiesta de los toros y debería ser, inicialmente, el modelo al que intentaran confluir los integrantes del llamado "público".
Fotografía del tendido de sol de la plaza de toros de Ciudad Real, feria 2013. Reservados los derechos de autor. Prohibida su reproducción total o parcial.